Ya a las puertas de una nueva celebración navideña quisiera compartir algo contigo: una experiencia que despertó en mí una nueva concepción del celebrar.
En contra de toda expectativa este año 2019 lo recibí en casa con la única y gran compañía de Peter, mi peluche canino.
Mi vestuario: mis gafas propias de andar por casa en sustitución a mis lentillas, pijama con bata color rosa y gris, y diadema que solo uso en soledad debido a que su comodidad es, inversamente proporcional a su potencial favorecedor en mí.
Ya tenía planes concertados. Pasaría la noche con amigos: cenaríamos juntos, leeríamos unos escritos, y luego nos comeríamos las uvas como bien marca la tradición. Tras la cena iniciaríamos una velada artística en la que cantaría un tema en solitario que adoro y recitaría una poesía muy especial para mí. Pero, ¿me acogía a este tan atractivo y bien organizado plan porque realmente lo sentía? O, ¿porque de alguna manera creía tener la obligación de celebrar el año nuevo de un modo festivo, como “tiene que ser”?
Siempre he sido muy reacia a los “tener que ser…”. Algo es o no es, pero nunca “tiene que ser”. Así que por eso, y especialmente en esta ocasión decidí escucharme, mimarme y hacerme caso, creando mi propio ritual en soledad.
Escúchate y celebra desde el ser
El 2018 no fue un buen año. En él me tuve que enfrentar duramente a quien debiera ser mi mejor aliada, al amor de mi vida. Alguien merecedora de respeto, cariño y cuidados: yo misma. No ha sido fácil, de hecho ha sido bastante difícil encontrar razones de peso para seguir.
Aquella noche vieja, hacía ya unos meses en los que poco a poco había comenzado a ganar terreno a mis propios demonios para conseguir salir adelante física y emocionalmente. Comencé a vislumbrar motivos lo suficientemente trascendentales como para que valiera la pena luchar hasta el final. Así ha sido, y así sigue siendo.
Siento que la Sara que ocupaba mi cuerpo un año atrás, hace meses se despidió para dar la bienvenida a un yo más fiel a mi esencia. Es increíble como un año en la vida puede sentirse como el equivalente a muchos años cuando te encuentras un en momento de cambio importante. Tengo la sensación de que diez años han transcurrido a lo largo de estos últimos 365 días, aunque esto no tenga ningún sentido ni cumpla ley física alguna. Mi formación continuada en psicología, filosofía y mis estudios en Coaching han cambiado mi vida para siempre, y sé, lo van a seguir haciendo. No ha sido cuestión de magia, ni de cumplimiento de leyes de atracción universal (cuyo fundamento pongo altamente en duda), sino de duro trabajo y una gran toma de conciencia sobre el mundo, la naturaleza humana, y por ende, sobre mí misma.
Escúchate y celebra desde el ser
Aquella noche se trataba de la celebración del cierre de un ciclo y por ellos de la apertura de uno nuevo que daba comienzo, pero siendo yo más sensible a la llamada de la naturaleza, la verdadera bienvenida al nuevo ciclo ya la había realizado el pasado 20 de Diciembre, día del solsticio de invierno. Aquí me ocupé de quemar aquellas experiencias y vivencias de las cuales ya extraje una enseñanza y que nada sumaban a mi vida más que un pesar. Así, dejé espacio mental y emocional para todo lo que quisiera aportarme el nuevo año.
Habiendo ya celebrado este cambio de ciclo el día del solsticio con personas a las que verdaderamente aprecio, decidí dedicarme la noche del 31 de Diciembre a mí misma, para hacer lo que realmente quería hacer y celebrar mis logros vitales a mi manera, de forma íntima, privada y con el foco hacia dentro. Mi voz interior me repetía: escúchate y celebra desde el ser.
Nadie sería testigo de mi gozo, mi móvil se hallaría en silencio y no habría cabida a mensajes, ni What’s Apps. Estaría solo yo conmigo misma junto con Peter, mi compañero perruno incondicional con el que comparto camino ya hace más de tres años.
Miré al pasado con gratitud y perdón, al presente desde la atención plena y al futuro con esperanza y optimismo. Celebré la llegada del 2019 emocionada por mi victoria, y orgullosa de haber firmado la paz con la persona más importante de mi vida: la misma que escribe estas líneas.